sábado, 18 de enero de 2020

MAPA DENSIDAD COMENTADO (ESPAÑA, 2013)


1.    Descripción general
Este mapa coroplético[1] representa la densidad de población por Comunidades Autónomas de España. Los efectivos demográficos en España ascendían, en 2013, a 46.507.760 personas.
Su distribución espacial se analiza mediante la densidad de población, que relaciona la población de una zona con su superficie en kilómetro cuadrados. De este modo, nos vamos a encontrar con comunidades con un índice de densidad de población alta (más de 100 hab./Km2, color marrón oscuro de la leyenda), como son Madrid, Asturias, Cantabria, País Vasco, Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias, además de Ceuta y Melilla; un índice de población medio (entre 50-100 hab./km2, color marrón claro) en el que integrarían Andalucía, Murcia, Galicia, La Rioja y Navarra; e índice de población bajo (entre 0-50 hab./km2, color blanco).
La densidad de población española ha ido aumentando a lo largo del tiempo hasta situarse en 92 hab/Km2 (2013), un valor moderado e inferior a la media europea que sobrepasa los 110 hab/km2. Sin embargo este valor esconde fuertes desequilibrios espaciales entre áreas de concentración, que superan el promedio nacional, y áreas de despoblamiento donde no se alcanzaban los 25 hab/km2. Las áreas de alta densidad se localizan, como hemos visto, en Madrid, la periferia peninsular, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla. Mientras que las áreas de baja densidad se sitúan en el interior, correspondiendo las cifras bajas a algunas áreas de montaña (menos de 10 hab/km2).

2.    Desarrollo
Los factores que explican esta irregular y descompensada distribución han venido marcados por su relación con los procesos históricos que se han ido dando en España a lo largo de los siglos anteriores pues la población crece desde los 10 millones de habitantes (s.XVI) hasta los 46 actuales. Durante la época preindustrial, de economía española básicamente agraria, tuvieron más peso a la hora de explicar la densidad demográfica los factores naturales. Así, las mayores densidades se situaban en las costas de relieve llano e invierno suave –principalmente, mediterráneo-, en contraste con las elevadas llanuras del interior peninsular, de inviernos rigurosos.
No obstante, también, influían factores humanos. Sin ir más lejos, en el siglo XVI, el descubrimiento de América dio a Castilla una gran prosperidad económica, convirtiéndola en la zona más poblada de la Península (alcanzando 15,8 hab/km2 frente a 8,7 hab/km2 en Andalucía y 9 hab/km2 en Galicia). Pero, un siglo más tarde, la crisis económica y demográfica, de la que Castilla tardó en recuperarse, originó movimientos de población hacia la periferia.
Como consecuencia, en el siglo XVIII la situación se había invertido: las densidades más altas se situaban en las regiones costeras e insulares gracias a un floreciente comercio marítimo, y las densidades más bajas, en el interior, perdiendo cada vez mayor relevancia social y económica. Tampoco hubo políticas activas desde el Estado para impedir esta irreversible pérdida de población.
En la época industrial, entre mediados del siglo XIX y la crisis de 1975, los factores naturales perdieron importancia y se consolidaron y agudizaron los contrastes en la distribución de la población. Aumentaron su peso Madrid (capital y centro financiero del Estado) y las regiones periféricas, en unos casos por su alto crecimiento natural (Galicia, Andalucía y Murcia), y en otros por la instalación de actividades económicas que atrajeron población, como la industria (primero en Asturias, País Vasco y Cataluña, luego, ejes Ebro y Mediterráneo) y el turismo (litoral mediterráneo e insular). Mientras las regiones del interior siguieron perdiendo peso demográfico.
Y, finalmente, en la época postindustrial, a partir de la crisis de 1975, tienden a mitigarse los contrastes. La crisis redujo la atracción de las áreas industrializadas, y disminuyó las salidas de las zonas tradicionalmente emigratorias del interior, que incluso recibieron emigrantes retornados.
Tras la crisis, los factores actuales son:
1.    Primacía de los servicios (que se han ido desarrollando en las zonas con mayor tejido industrial e impulso del sector terciario como las zonas turísticas). 2. Difusión espacial de la industria (concentrada en el norte –Asturias, Cantabria y País Vasco-, centro –Madrid- y este del país –Cataluña y Valencia-). 3. Agricultura tecnificada (requiere menos mano de obra en ciertos sectores del sector primario pero, a la vez, genera más expectativas laborales porque se pueden obtener más beneficios y expectativas de futuro). 4. Desarrollo endógeno. 5. Mayor inmigración extranjera (sin embargo, debido a la crisis este factor comienza a ser menos relevante).
Todo ello ha contribuido a la consolidación demográfica de Madrid y los ejes mediterráneos y del Ebro; pero también promueve proceso de desconcentración demográfica y económica que favorece un mayor equilibrio. Sin embargo, todavía hay amplias zonas del interior, como Castilla y León, Extremadura, Castilla La Mancha, La Rioja y Zaragoza con una densidad muy baja.

3.    A modo de conclusión
La densidad de población en España ha venido, por lo tanto, unida a factores tanto naturales como históricos a lo largo de los siglos. Castilla, el territorio con una mayor densidad de población, y motor de su prosperidad, ha dado paso a otras zonas del litoral, debido a los procesos que se dieron en España tras el descubrimiento de América, por un lado, la falta de políticas incentivadoras del desarrollo económico, en el interior, por otro, y el mayor impulso que ha cobrado Madrid (como capital y epicentro financiero) y las distintas regiones de la periferia. Si bien, eso ha generado grandes desequilibrios que han impedido un desarrollo económico-social más armónico del país.
Ahora bien, tras la crisis de 2011, estamos a la espera de conocer cómo va a afectar a la distribución de la población ante la pérdida demográfica que están sufriendo algunas regiones, el envejecimiento de otras (densamente pobladas, como es la Cornisa Cantábrica) y las políticas económicas que se puedan desarrollar tanto desde el Estado y desde las Comunidades Autónomas para facilitar el impulso económico que, en mayor medida, favorecerá el crecimiento demográfico.
Aún así, a pesar de la modificación de estas políticas, para mantener la demografía interior, es muy difícil que se pueda proceder a un cambio drástico de la situación.
En todo caso, lo que se busca es no perder más tejido de población y el abandono rural que derivaría en una mayor desigualdad tanto regional como autonómica.

 

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